Sunday, October 25, 2015

¡Oh, mi vida se ha volteado de cabeza! (IV)

Siempre fui un bebedor moderado de vino, cerveza y de vez en cuanto otro tipo de licores, sin llegar a ser nunca alcohólico, a Dios gracias. Eso sí, me deleitaba, por qué no, entregarme al exceso alcoholico una o dos veces al año, en ocasiones especiales, en ocasiones alegres, de celebración.

Nunca sentí que este hábito fuera un problema en mi vida si lo sabía controlar.

Pero como dije, estaba yo decidido, desde inicios de la Primavera pasada, a seguir los pasos de Jesús. ¿Sería adecuado tomar alcohol así fuera de forma moderada?

Pues he aquí que el Corán --donde, pudiera parecer paradójico, encontré una muy grata forma de seguir los pasos de Jesucristo-- establece claramente que NO SE DEBE probar el vino --léase alcohol--.

Hay pocas prohibiciones en el Corán a decir verdad, y ésta es una de ellas y muy clara. Un musulmán no debe beber vino, ni poquito. Bueno, pero... ¿Y todos los artículos, investigaciones científicas que señalan beneficios a la salud por el consumo moderado de vino o cerveza? Pues al respecto, la realidad es que el Corán se presenta a sí mismo, en una de sus primeras líneas, como "la escritura de Dios exenta de dudas". Es decir, que si uno ha abrazado la fe, no tiene por qué abrigar dudas ante lo que dice la Palabra de Dios. Punto, es así y ya. Así que no alcohol.

Confieso que después de abrazar el islam, el 17 de abril pasado --he dicho desde entonces que es el día más importante de mi vida después de mi nacimiento-- en el fondo, al principio, pensaba que yo sería un musulmán "light", es decir que por ejemplo, en el caso del vino, creía poder permitirme seguir tomando mi copita de vez en cuando con la comida, o disfrutarlo en situaciones sociales, eso sí, sin exceso como siempre lo había hecho.

Pero he aquí que Dios tenía otros planes para mí. 

Una vez que terminó el Ramadán, a mediados de julio pasado, pues nada, que me sentí tan bien y me agradó tanto la experiencia que decidí celebrarlo. Como no me fue posible trasladarme a alguna comunidad cercana de creyentes en la fe, me dispuse a celebrar yo solo, para lo cual, una buena tarde, me hice acompañar por una botella de brandy Torres X, que tenía yo en mi casa. Y sí, me emborrache, pero al otro día, más allá de la resaca obvia, la verdad es que me sentí muy mal. Como nunca me había sentido tras probar alcohol, aún con cierto exceso. Sentí lo que debe ser muy cercano al delirium tremens, ese terrible sufrimiento que sienten los borrachos perdidos, los alcohólicos de toda la vida en los estertores de la abstinencia. ¿Acaso era sugestión?

De todos modos no iba a emborracharme otra vez en el futuro cercano. Sin embargo, pocas semanas después, en una comida familiar, se destapó una botella de vino. Me tomé dos copas de tinto, pero la realidad es que me volví a sentir muy mal. ¿Qué estaba pasando? Yo solía disfrutar bastante del vino y más con la comida.

Más aun, en la noche del 15 de septiembre pasado, de nuevo, mi familia destapó una botella de un muy buen tequila. Yo les dije que no podía tomar alcohol, por mi fe. En cierto momento de la tertulia, una persona muy querida me pasó un sorbo muy pequeño del elixir, y me invitó a probar el delicioso reposado, el cual probé para volver a sentir sensaciones nada agradables.

Bueno, y esa es la historia de como mi fe sacó de mi vida totalmente al alcohol. Fue algo extrañísimo. La verdad es que no me interesa averiguar cuál fue la razón exacta de mi rechazo corporal y mental al alcohol a partir del final del Ramadán. Lo único que puedo atinar a decir, pero sólo como una hipótesis, es que el alcohol es la droga por excelencia de las mentes y los cuerpos estresados. Si lo sabré yo, como lo saben millones de personas que se matan trabajando, para después relajarse con sus dosis de licor. Pero, gracias a mi fe, el estrés mental se ha reducido de tal forma, que el alcohol se ha vuelto incompatible con este modo de vivir. Por algo está prohibido en el Corán. No estoy pretendiendo decir una verdad científica, pero me basta con mi experiencia. De cualquier manera, acceder, aunque sea un poco, a la paz de Dios no tiene precio ni comparación con sentir el efecto del alcohol en mi cuerpo. Adiós vino, cerveza o el licor que sea, hasta nunca.

INTOXICANTES

La verdad de las cosas es que el alcohol es una droga, una medicina de la naturaleza --aunque para su existencia es necesaria la intervención humana--. Catalogado incluso como un veneno, el alcohol, como medicina, debería estar indicado sólo para ciertas situaciones relacionadas con la salud, incluso en su ingesta. Pero bueno, a los seres humanos, la verdad sea dicha, nos gusta usar sustancias para evadirnos de vez en cuando de la dura realidad.

El vino es toda una prueba para la voluntad humana. Los científicos saben que hay personas que llevan en sus genes, más que otras personas, la propensión a la adicción alcohólica --y a otras sustancias y situaciones---. Pero aún quienes no han llegado a ser alcohólicos, la verdad es que aún para ellos, el vino es una sustancia de mucho cuidado.

El problema es el siguiente: por supuesto que algunas copas de vino de vez en cuanto, o durante ciertos días de la semana relajan y mucho. Pero como se sabe, el vino causa hábito. En la mayoría de las personas bebedoras, este hábito dura mucho tiempo, es sin duda un hábito de vida. Y he aquí que el cuerpo humano cambia a través del tiempo. Más o menos a partir de los 24 años --sí, desde esa "temprana" edad el cuerpo comienza a envejecer, tristemente-- la forma en que la persona metaboliza el alcohol, va cambiando. Claro, entre mayor en edad sea la persona, el cambio es más pronunciado. Un bebedor no puede estar cierto y seguro en cómo le va a afectar el consumo reiterado de alcohol a su organismo a través del tiempo. Este en sí es un gran reto para la salud, ya que el hábito alcohólico es muy férreo, aun en personas que no pueden ser categorizadas como alcohólicas.

Quiero también compartirles amigos lectores, que en el Corán, la palabra que se usa para el vino es "Khamr" ( خمر), palabra que puede ser extensiva para los "intoxicantes" en general. Un creyente pudiera pensar que al prohibir el Corán el vino, otras sustancias intoxicantes están permitidas para el creyente. Pues no es así; aunque esto puede ser interpretado así, la mayoría de los comentadores de la santa escritura están de acuerdo que la palabra "Khamr" es extensible a cualquier otro intoxicante, es decir droga o sustancia vegetal que sea de tal naturaleza.

De las palabras del Corán no puede concluirse que el vino u otras sustancias intoxicantes sean "satánicos" o "creación del Diablo". El único Creador de todo cuanto existe es Dios. Sin embargo, Dios creó las sustancias llamadas intoxicantes con un fin. Para los seres humanos, ese fin más obvio es que se trata de drogas, o medicinas (droga y medicina es lo mismo) que tienen usos particulares. No en balde hay usos médicos muy claros para el alcohol, y cada día se descubren propiedades medicinales de sustancias como la mariguana.

Las medicinas deben ser tratadas con  mucho respeto. Uno no debe andar metiendo a su estómago tal o cual pastilla o jarabe sólo porque, aparte de curar, tenga cierto efecto intoxicante en el cuerpo o la mente. Dios no nos hizo a los seres humanos para andar metiéndonos habitualmente ese tipo de sustancias.

Así que, con todo el dolor de mi corazón, he tenido que dejar el café. La realidad es que el café también es una medicina natural, un intoxicante, con efectos señalados sobre el cuerpo y la mente. Es claro que las personas muy aficionadas al café, con el tiempo, es casi seguro que desarrollen alguna molestia tal como gastritis, acidez, o que su cuerpo resienta el reiterado sobreestímulo por cafeína. Y es que el problema no es tomar una taza de café de vez en cuando, el problema es que el café es tan rico y su efecto tan energizante en ciertos momentos que el bebedor de café no se conformará con una tacita de vez en cuando. Salvo casos excepcionales, el bebedor de café se hará un hábito de su consumo, con efecto a largo plazo sobre su salud.

Y lo mismo vale para cualquier otra sustancia intoxicante. Hoy se habla mucho de la marihuana. Aproximadamente hace un año, me volví yo mismo un consumidor de la marihuana. En este caso, igual, se trata de una sustancia muy poderosa, benéfica sin duda en muchos sentidos. Pero, pues sí, es un intoxicante, una medicina de la naturaleza que, de nuevo, hay que tratar con respeto y que no está hecha para su consumo "recreativo". Y es que de nuevo, el problema no es fumarse muy moderadamente un cigarrito a la semana o al mes, el problema es que es una sustancia que crea hábito --aunque no síndrome de abstinencia clínico según se ha comprobado--, y que a la larga trae cambios en el metabolismo, impredecibles para cada persona que se ha vuelto consumidor.

Por esto, otra sustancia que ha quedado fuera de mi vida. Adiós intoxicantes.

En el próximo post hablaré sobre más experiencias en mi búsqueda espiritual.

Continúa en el siguiente post

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Thursday, October 22, 2015

¡Oh, mi vida se ha volteado de cabeza! (III)

Continúo con mi relato sobre mi búsqueda espiritual que he realizado este año.

Debo aclarar que este Blog y todo su contenido no está dirigido a hacer prosélitos hacia alguna fe o religión en particular. Pienso fervientemente que Dios dirige a cada ser humano por diferentes caminos hacia un solo fin, que es llegar a Él, quien a final de cuentas es el creador de todo el universo y sus criaturas.

La finalidad pues de este Blog es compartir mi experiencia de una búsqueda espiritual que sin lugar a dudas ha tenido un lugar en mi vida, lugar del que apenas estoy siendo plenamente consciente.

Las personas pueden encontrar a Dios en la iglesia católica, en el hinduismo, etc. etc. etc. Tengo esa convicción, pero de cualquier manera no me corresponde a mí juzgar en ello. Lo importante es que una voz interior, indescriptible, hable a la persona y haga sentido en la vida de cada quien. Eso es todo. Me parece absurdo que haya personas que pretendan que la espiritualidad se reduce a promover algún culto o credo particular, y que afirmen que fuera de dicha práctica todo es perdición. Esa idea me parece simplemente absurda.

Aclarado esto, sigo con mi relato. Decía yo que había decidido que una forma de vivir una buena vida era seguir los pasos de Jesucristo, o más bien tratar de hacerlo, en cualquier tarea que a uno le haya tocado en la vida. Hay tratados completos, religiones enteras que están dedicadas a este tema.

Siendo un principiante en la búsqueda espiritual, decía yo en el post anterior que encontré las enseñanzas de una tradición proveniente de los hijos de Abraham, aquel profeta que estableció un pacto personal con Dios, detrás del cual se han modelado todos los pactos que los hombres han hecho con el Creador.

Esta tradición de los hijos de Abraham proviene de su hijo mayor, su primogénico, Ishmael, quien tradicionalmente es el ancestro del pueblo árabe, un pueblo hermano del pueblo hebreo, de donde es la casa de David, de la que proviene Jesucristo.

ADORAR A DIOS COMO LO HACÍA JESÚS

Adorar a Dios es servirlo, y servir a Dios es adorarlo. Servir a Dios es servir a tu prójimo, a tu comunidad, y servir a tu prójimo es servir a Dios.

Para aprender un poco esto que parece tan fácil, pero que puede llegar a ser tan difícil, pensé yo hace algunos meses, que debía al menos adorar a Dios de la forma más parecida a como Jesucristo lo hizo. Pero Jesucristo no invento todo lo que predicó, es decir, no había un vacío antes de que Jesús caminara en este mundo. Jesucristo era judío, hebreo, provenía de la gran tradición de Abraham y los demás profetas, y adoraba al mismo Dios de Abraham, que es el único y verdadero Dios.

Ya hombre mayor, Jesucristo decidió comenzar su trabajo público. Es decir, no sólo se quedó a vivir en su casa y ser una buena influencia sólo en su entorno privado, sino que sintió un llamado a incidir en su comunidad, y más adelante en su mundo todo.

PURIFICACIÓN POR EL AGUA

Pues bien, el primer rito que, en su vida pública, cumplió Jesucristo fue el bautismo, la purificación ritual por el agua. El bautismo es un rito que tiene sus raíces en las prácticas judías. El bautismo por el agua debe hacerlo la persona en plena consciencia, y es una purificación ritual.

Llámenle como quieran, pero los rituales tienen un poder muy especial. En este mundo moderno, descreído, donde el ritual más común es sentarse ante el televisor o abstraerse frente a la pantalla del teléfono o tableta móvil, se va perdiendo el valor que el hombre debe darle a los rituales, y más vale que sea a buenos rituales. Aunque no se trata propiamente de un bautismo, pero sí un ritual de purificación por el agua, el Corán, prescribe a los fieles lavarse parte de su cuerpo --cabeza, brazos y pies--- antes de realizar la oración ritual o Salah (صلاة). Más adelante hablaré más sobre el Salah, pero la purificación por el agua es el primer ritual o acto de adoración a Dios que mencionaré, que es similar a lo realizado por Jesús.

AYUNO

Después de ser bautizado, Jesucristo se fue al desierto donde ayunó, según los Evangelios sin probar bocado por cuarenta días y cuarenta noches.

Aunque el ayuno de Jesús parece haber sido un acto excepcional, la práctica del ayuno como ritual está bien establecida en la religión judía; en la iglesia católica también está recomendada pero no es prescrita como una obligación para el común de los fieles. En el islam, el ayuno es parte muy importante de la práctica de adoración a Dios.

El ayuno es obligatorio --una obligación de fe--- para los fieles durante todo el mes del Ramadán, el noveno del calendario lunar. Es un ayuno que tiene sus indicaciones. Está prescrito para personas de 13 a 59 años, que estén sanas, que no sean mujeres embarazadas ni lactando, y debe realizarse todos los días de ese mes, desde la salida hasta la puesta del sol. Es decir, el ayuno consiste en no probar bocado ni tomar ningún líquido durante todas las horas de sol de cada día del mes del Ramadán.

Yo tuve la suerte que tras abrazar la fe del islam, dos meses después tocaba el mes del Ramadán, así que me dispuse a hacer mi ayuno. Lo cual también me obligó, por cierto, a comunicar mi nueva fe a mi familia.

La práctica del ayuno fue toda una revelación para mí; yo que he tenido la suerte de que nunca ha faltado alimento en mi mesa, y que he incurrido en los excesos de esta vida moderna. Para decirlo claramente, jamás en mi vida había pasado verdadera hambre, y eso que sólo fue por horas seguidas, ya no días, que es como muchas personas, desafortunadamente, pasan en el mundo.

No es fácil de describir la experiencia, pero puedo decir que pasar el hambre resultante de dejar de llevarse alimento y líquido a la boca por 14 ó 15 horas seguidas es suficiente para hacerte pensar sobre los múltiples dones de Dios, y lo fácil que damos por sentado el alimento que ingerimos todos los días.

Además, mi ayuno del Ramadán tuvo un poder extraño sobre mi estado de ánimo. Me sentí mucho mejor en todos aspectos anímicamente. Esto no es nada extraño sin embargo, ya que en años recientes, los científicos han descubierto que los seres humanos tenemos "un segundo cerebro", y ese está nada menos que en nuestras tripas (Leer artículo científico aquí). Es decir es ahí donde tenemos más neuronas, después del cerebro. Es allí, entre esas neuronas colocadas a lo largo de todo nuestro aparato digestivo, que se dan los efectos de los neurotransmisores, que regulan nuestro estado de ánimo. O sea, que todo lo que nos echamos --y dejamos de echarnos-- al estómago tiene un efecto en la forma en que sentimos y percibimos el mundo.

Pasó además otra cosa de importancia y es que a mí me había siempre costado mucho trabajo --como a la mayoría de la gente, supongo-- controlar mis hábitos alimenticios. Siempre, pero sobre todo en los últimos años, me había costado mucho trabajo controlar los excesos de alimento, dejar de tomar refresco, moderar mi ingesta de café, de pan y de otras cosas deliciosas pero no muy saludables. Después de pasar por la experiencia del ayuno del Ramadán, ha habido un cambio decisivo en mis hábitos. A los fieles se les recomienda que aún durante todo el año, si bien no tienen que ayunar igual, traten de mantener el espíritu del Ramadán. Pues bien, a partir de entonces, sólo hago dos comidas al día, y las horas que ayunaba en el Ramadán, trato de que sean el mismo número de horas de ayuno ahora, sólo que en lugar de que el grueso sean las horas de vigilia, esta vez la mayoría de ellas son mis horas de sueño. O sea que de cualquier forma sigo pasando  entre 12 a 14 horas de no probar alimentos sólidos, aunque sí tomando líquidos.

De la misma forma, he dejado definitivamente el refresco de cualquier tipo, lo cual ha traído un gran beneficio a mi salud. Yo solía, cada que tenía oportunidad, sobre todo si me tocaba comer fuera de casa, acompañar mis alimentos con una "Coca Cola". Tras dejar ese hábito, me he dado cuenta lo pesado que me caía tomar un refresco con las comidas, con todas sus cucharadas de endulzantes añadidos.

Y así, de la misma manera, se me ha hecho más sencillo moderar la ingesta de pan, harinas, y he dejado definitivamente de comer la llamada "comida chatarra". Y todo ello porque quiero sentirme siempre, si Dios me lo concede, como me sentí durante mi Ramadán.

Esta modificación de hábitos ha traído un beneficio sin duda en mi estado de salud, y pues creo que también a mi aspecto físico. Un poco en broma, decía yo el otro día que ahora estoy tal como Dios me hizo, es decir, ni gordo, ni flaco, sino así, tal como Dios quiso que yo fuera.

Pero además, al ayuno y el resto de la fe, me trajeron otro beneficio, éste también inesperado, que también tiene que ver con mis hábitos de vida.

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¡Oh, mi vida se ha volteado de cabeza! (II)

Hermosos días de otoño, en los que continúo con mi relato sobre mis experiencias de fe en los últimos meses.

¿Quién es Jesucristo, la paz sea con él, a todo esto? He visto muchas casas y negocios católicos, acá donde vivo, en el Altiplano del centro de México, que tienen en sus paredes retratos de hombres jóvenes, muy guapos, con aspecto de modelos, europeos, vestidos con túnicas y rodeados con halos, indicando que se trata de Jesucristo.

¿Es ese, Jesucristo? Obvio que no. Probablemente lo que esas personas tengan en sus altares sea algún joven español o francés que decidió a posar para representar a Jesucristo.

Lo más probable es que Jesús no haya tenido ese aspecto. Un hombre de la Palestina de hace 2,000 años más probablemente era moreno, quizá hasta lo describiríamos como una persona de raza negra, aunque al respecto no se puede tener la seguridad. Jesucristo, además, hablaba arameo que es un idioma estrechamente emparentado con las lenguas hebrea y árabe. Y vestía con ropas que hoy identificamos con las de los árabes tradicionales o personas de Oriente medio.

Después de haberme reencontrado con Jesucristo, en la Semana Santa pasada, como escribí en mi último post de este Blog, decidí que más que preocuparme si Jesucristo es Dios, si Jesucristo es como lo describe tal o cual iglesia, lo que es verdaderamente importante es leer lo que sobre Jesús se dice en los Evangelios, y después tratar de imitar a Jesucristo. En lo poco que cada uno de nosotros --en mi caso, yo mismo-- nos alcance para imitarlo. ¿Qué otro ejemplo, qué otro modelo de vida más perfecto y elevado que el de Jesucristo? Para mí, ahí está una de las grandes respuestas a una de las más grandes preguntas que se han hecho los hombres. ¿Cómo debo vivir? ¿Hacia dónde debo conducir mi vida? Para mí, la respuesta es: imita a los mejores hombres que han existido, pero de verdad, que sean los mejores. Y Jesucristo es sin duda uno de los mejores, y quizá el mejor, el más grande o de los más grandes en cuanto a los servidores de Dios.

Decía que, estando en cama por enfermedad, siendo la Semana Santa, vi algunos documentales y representaciones de Jesús, su obra y Pasión, pero también leí lo que tengo en casa, incluido el Evangelio y otras obras de referencia, además de navegar la internet.

Indagando aquí y allá, leí que los evangelios canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan) fueron escritos entre 80 y 100 años DESPUÉS de la muerte de Jesús. También leí --aunque ya lo sabía a decir verdad-- que estos cuatro libros fueron escritos en GRIEGO, el cual no es el idioma en que muy seguramente Jesucristo impartió sus enseñanzas al pueblo que se acercaba a escucharlo. Es muy importante leer los documentos importantes EN SU IDIOMA ORIGINAL. Esto es aún más importante cuando se trata de libros sagrados. Desafortunadamente esto es algo muy difícil de hacer. Así que resulta que muy pocas personas han leído los Evangelios en su idioma original, el griego, y aun más, dicho idioma ni siquiera era la lengua vernácula de Jesucristo... Y esto no es poca cosa si tomamos en cuenta que el Evangelio de Juan llama a Jesucristo, "la palabra" de Dios, "el logos" (λóγος ),  así que bueno, sí es importante qué palabras pronunció Jesucristo y en qué idioma en específico, creo yo. El trabajo de traducción  ha sido fenomenal y de suma importancia y controversia a lo largo de la historia.... Y sin embargo rara vez se habla de esto.

Después de que murió Jesucristo, la fe que él profesaba, la tradición de la que él provenía, siguió siendo mantenida, y aún más difundida, por distintos pueblos.

Los judíos que aceptaron las enseñanzas de Jesucristo siguieron su propio camino hasta constituir, al paso de los siglos, con la unión de personas no-judías, la religión cristiana. Mientras que los judíos que vieron a Jesucristo como un falso mesías, siguieron manteniendo su fe con un gran tesón, sufrieron múltiples desgracias, como la destrucción de Jerusalén por los romanos (en el año 70 d.C.), y al día de hoy constituyen lo que se conoce como la religión y el pueblo judíos.

Pero hubo un tercer grupo de gentes, constituidas por pueblos parientes del pueblo judío o hebreo, habitantes de los desiertos alrededor del Jordán, y de los desiertos de Arabia. Estos pueblos hablaban lenguas emparentadas con al arameo y el hebreo y en general eran pueblos que, aunque conocían la escritura, su tradición era oral. Dicen de los antiguos árabes que estos conocían poemas muy bellos y muy largos y que en todos los grupos de pobladores, y en todas las caravanas itinerantes había hombres que sabían de memoria y recitaban estos bellísimos poemas, en las largas noches del desierto.

Este pueblo que hablaba árabe mantuvo en sus relatos orales la preservación de las historias de los antiguos profetas, su enseñanzas y las vicisitudes del pueblo de Dios, desde su salida de Egipto, pasando por el exilio en Babilonia y por las dos destrucciones de Jerusalén. Y contrario a los judíos que rechazaron las enseñanzas de Cristo, este pueblo árabe mantuvo la memoria y las enseñanzas de Jesús, o Isa (يسوع‎), como se le dice en árabe.

Pero las diferentes tribus árabes habían integrado a su fe, dioses numerosos y diferentes que tomaron de los pueblos vecinos. De alguna manera, la fe de los antiguos profetas, la fe en  un solo Dios todo poderoso había degenerado en una fe politeista. Esto fue así por mucho tiempo, pero aún en medio de todos esos dioses, los duros árabes mantuvieron la memoria y la tradición de los servidores y mensajeros del gran Dios único.

Tuvo que llegar otro hombre, otro mensajero y servidor de Dios, otro hombre ejemplo y modelo de vida, con todo y ser pecador, un árabe en este caso, que diera a los hombres la palabra divina que ponía en claro, rescataba y legaba para la posteridad las enseñanzas de los profetas, incluido en estos, a Jesucristo, ya no en un idioma foráneo --el griego-- sino en un dialecto del idioma vernáculo de Jesús.

Este hombre lleva por nombre Muhammad (محمد), la paz sea con él, y fue el encargado de transmitir la palabra de Dios a los hombres. Esta vez de una forma directa, no por inspiración sino por revelación directa.

¿Pero era esa clamada revelación algo que realmente provenía de Dios? No se puede saber con seguridad, porque esto se trata de fe. Sin embargo, la fe no excluye el uso de la razón, así que traté de poner a prueba este hallazgo mío para mi vida.

Ya había yo dicho, como mencioné al principio de este post que tenía la intención de seguir los pasos de Jesucristo, de caminar con él, de imitarlo, en todo lo que fuera posible, si bien iba a ser una tarea muy difícil, en la que mi voluntad seguramente no dejaría de flaquear, y que además seguramente enfrentaría dudas sobre la mejor forma de seguir a Jesús.

Y comprobé entonces que había en las palabras transmitidas por Muhammad, una forma práctica, cierta, sólida e inesperada, de intentar imitar a Jesús.

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Tuesday, October 20, 2015

¡Oh, mi vida se ha volteado de cabeza! (I)

Días frescos, a veces fríos, a veces cálidos, de inicios otoño. Primeros días del año del calendario sagrado, hoy en el cuarto menguante del mes Muharram, quisiera compartir un poco cómo ha cambiado mi vida en meses recientes.

Durante mi ya larga existencia, intenté  acercarme a varias religiones, principalmente a mi religión de nacimiento; nací en una familia católica. Más tarde en mi vida, fui invitado a entrar a iglesias protestantes, y a los Testigos de Jehová, que más bien son una especie de culto gnóstico, intento-de-cristianismo-temprano; ya en edad universitaria, hice un intento por volverme practicante de la rama budista de la religión védica; hice una pequeño incursión al culto a la Santa Muerte (¡uy!); quise ser un agnóstico racionalista, postulante de la filosofía existencialista y del hedonismo moderno; pretendí ser un cosmopolita culto, ferviente creyente en el liberalismo democrático, pero con sus guiños a las ideas de justicia social en la tradición de Karl Marx...

En ninguno de todos esos intentos, ninguno de esos sistemas de creencias o de fe, me recibió en su seno, o más bien nunca permití que entraran hasta abarcar toda mi vida y volverse parte de mi identidad. Ninguno de estos credos entró a mi vida con alguna fuerza incontenible.

Ese era el estado de mi vida, en cuanto a mi fe, cuando a  finales del año pasado, sufrí un fuerte golpe financiero, debido a que deposité buena parte  de mi capital en una empresa que resultó ser un esquema fraudulento. Al día de hoy sólo recuperé migajas y está por verse si recuperaré poco más. Esa experiencia hizo que deseara yo buscar ayuda, protección contra la desgracia, o más bien, contra sentirse perdido y sin salida ante las desgracias. Pensé mucho en el mal del mundo, en la muerte.

Estaba dispuesto a creer lo que fuera con tal de vencer dentro de mí, la fuerte decepción y el absurdo en que se había convertido parte mi vida: trabajar y ahorrar durante meses o años, para que venga un vivales a quitarte tu dinero. Eso es una experiencia transformadora, tienes esa experiencia, o cambias  o te suicidas o algo peor. Por fortuna, aunque no dejaba de hacer cosas mundanas, mi corazón se volvió hacia la espiritualidad. 

Pensé mucho en la muerte, y en lo que hay o no hay detrás o después de ella. Pensé en el Creador, en aquel que tiene las llaves del tiempo, porque sólo Él sabe qué fregada cosa es el tiempo. Al día de hoy, además de Él, nadie que yo sepa, lo sabe.

Me volví pues una persona más espiritual. El otro día leí un "meme" en Facebook que citaba a un filósofo indio -- del país India-- que decía que le daban pena las personas religiosas, porque necesitaban a la religión para ser buenas personas. Pues tiene razón, Al menos si consideramos mi caso. Pensé pues, en la muerte y en cómo está nos iguala a todos los seres, y pensé que no hay mayor justicia palpable y segura ¿Cómo vamos a morir cada uno? Esa es la gran incógnita, que la mayoría preferimos no saber ni imaginar.

Me reconfortó pensar en cosas espirituales, y ahí iba yo, recomponiendo mi vida, hasta que llegó el día del equinoccio de Primavera pasado. Me pasó algo que me rompió el corazón, y lo peor de todo es que me di cuenta, que no hacía mucho, había yo causado la ruptura de otro corazón --no el mismo que me lo rompió a mi--. 

Era demasiado, No me iba morir por un fracasó más, pero tendí a pensar que la vida carecía de sabor, y ya de esperanza de lograr cosas que valieran la pena, al menos para mí. 

En esas estaba, y fue entonces que se me apareció Jesucristo....

Digo que se me apareció porque lo veía, en diferentes imaginadas versiones, a todas horas en la TV, en películas, en documentales, en programas de conversación. Esto porque era la Semana Santa, y yo debía guardar cama por una infección laringea bastante severa; fue entonces que vi a Jesucristo aparecer, visiblemente, --en representación pues-- por todos lados.

Pensé, como siempre lo he pensado, que Jesucristo fue un hombre, un iniciado en el conocimiento de Dios, que siguió su conciencia, proveniente sin duda de la inspiración divina, en cada momento de su ministerio público. Siendo hombre, un hombre joven, sin tanta experiencia, sus acciones resultaron en un enfrentamiento con el poder en el que no sobrevivió. Fanáticos religiosos, sectas, política partidista, sátrapas depravados y un poder imperial en medio de todo, era lo que se necesitaba para que Jesús fuera apresado y muerto.

Siempre me costó trabajo creer que ese hombre era el mismísimo Dios, el Creador. Cuando era niño, mi mamá nos compró, a mi hermano y a mí, una enciclopedia de historias bíblicas. Me gustaban mucho las historias de la Biblia, especialmente el Génesis y el Exodo. Pero después de las primeras historias, dejé de entender. ¿Cómo es que Dios tenía en realidad un hijo que decidió enviar al mundo para que muriera y así salvar a toda la humanidad? De acuerdo, es una historia linda, pero nunca me hizo mucho sentido, en vista de lo que la Biblia decía sobre Dios desde el principio.

Sólo recuerdo que en la Iglesia, en las clases de Catecismo, me decían que había que creer y que si lo del Padre-Hijo-Espíritu Santo era difícil de entender, era porque se trataba de un misterio insondable. Yo trataba de creer en Jesucristo, y en lo que decía la Iglesia, en serio, pero en el fondo todo me parecía un invento. Sobre ese tiempo, recuerdo el día anterior a mi Primera Comunión, día en que tuve que confesarme ante un sacerdote por primera vez en mi vida. Yo sentía muchos nervios, aunque lo que no tenía eran grandes pecados a los 9 años, a decir verdad. Me presenté ante el sacerdote, que no usaba un confesionario con celosía, sino sólo un reclinatorio, donde yo, hincado, pudiendo mirar al "padre", confesaba avergonzado mis pecados, mientras el "padre" se sacaba la mugre de las uñas de sus gordos dedos, con un artefacto para arreglar uñas. Lo recuerdo perfectamente. Ya se imaginarán... Hice mi Primera Comunión, pues entonces no me mandaba solo, pero jamás me volví a confesar, y jamás volví a tomar en serio a la Iglesia católica. No es que me volviera un ateo, eso jamás, más bien me volví indiferente. Debí haberle enviado a Roma una carta de queja dirigida al Papa de aquel tiempo --Juan Pablo II-- diciéndole que su "empleado" me había dejado una impresión pésima de su "empresa", en vista de lo cual dejaría de requerir los servicios de dicha "compañía" milenaria y transnacional.

Volvamos ahora a la Semana Santa pasada. Decía que pensé entonces mucho en las enseñanzas de Jesucristo, en el Evangelio, sin duda vivificantes como agua de primavera. Pero ¿Por qué si recientemente había querido acercarme a Dios, no podía hacerlo a través de Jesucristo por más que me esforzara? ¿Por qué? 

Continúa en el siguiente post.

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