¡Oh, mi vida se ha volteado de cabeza! (IV)
Siempre fui un bebedor moderado de vino, cerveza y de vez en cuanto otro tipo de licores, sin llegar a ser nunca alcohólico, a Dios gracias. Eso sí, me deleitaba, por qué no, entregarme al exceso alcoholico una o dos veces al año, en ocasiones especiales, en ocasiones alegres, de celebración.
Nunca sentí que este hábito fuera un problema en mi vida si lo sabía controlar.
Una vez que terminó el Ramadán, a mediados de julio pasado, pues nada, que me sentí tan bien y me agradó tanto la experiencia que decidí celebrarlo. Como no me fue posible trasladarme a alguna comunidad cercana de creyentes en la fe, me dispuse a celebrar yo solo, para lo cual, una buena tarde, me hice acompañar por una botella de brandy Torres X, que tenía yo en mi casa. Y sí, me emborrache, pero al otro día, más allá de la resaca obvia, la verdad es que me sentí muy mal. Como nunca me había sentido tras probar alcohol, aún con cierto exceso. Sentí lo que debe ser muy cercano al delirium tremens, ese terrible sufrimiento que sienten los borrachos perdidos, los alcohólicos de toda la vida en los estertores de la abstinencia. ¿Acaso era sugestión?
De todos modos no iba a emborracharme otra vez en el futuro cercano. Sin embargo, pocas semanas después, en una comida familiar, se destapó una botella de vino. Me tomé dos copas de tinto, pero la realidad es que me volví a sentir muy mal. ¿Qué estaba pasando? Yo solía disfrutar bastante del vino y más con la comida.
Más aun, en la noche del 15 de septiembre pasado, de nuevo, mi familia destapó una botella de un muy buen tequila. Yo les dije que no podía tomar alcohol, por mi fe. En cierto momento de la tertulia, una persona muy querida me pasó un sorbo muy pequeño del elixir, y me invitó a probar el delicioso reposado, el cual probé para volver a sentir sensaciones nada agradables.
Bueno, y esa es la historia de como mi fe sacó de mi vida totalmente al alcohol. Fue algo extrañísimo. La verdad es que no me interesa averiguar cuál fue la razón exacta de mi rechazo corporal y mental al alcohol a partir del final del Ramadán. Lo único que puedo atinar a decir, pero sólo como una hipótesis, es que el alcohol es la droga por excelencia de las mentes y los cuerpos estresados. Si lo sabré yo, como lo saben millones de personas que se matan trabajando, para después relajarse con sus dosis de licor. Pero, gracias a mi fe, el estrés mental se ha reducido de tal forma, que el alcohol se ha vuelto incompatible con este modo de vivir. Por algo está prohibido en el Corán. No estoy pretendiendo decir una verdad científica, pero me basta con mi experiencia. De cualquier manera, acceder, aunque sea un poco, a la paz de Dios no tiene precio ni comparación con sentir el efecto del alcohol en mi cuerpo. Adiós vino, cerveza o el licor que sea, hasta nunca.
INTOXICANTES
La verdad de las cosas es que el alcohol es una droga, una medicina de la naturaleza --aunque para su existencia es necesaria la intervención humana--. Catalogado incluso como un veneno, el alcohol, como medicina, debería estar indicado sólo para ciertas situaciones relacionadas con la salud, incluso en su ingesta. Pero bueno, a los seres humanos, la verdad sea dicha, nos gusta usar sustancias para evadirnos de vez en cuando de la dura realidad.
El vino es toda una prueba para la voluntad humana. Los científicos saben que hay personas que llevan en sus genes, más que otras personas, la propensión a la adicción alcohólica --y a otras sustancias y situaciones---. Pero aún quienes no han llegado a ser alcohólicos, la verdad es que aún para ellos, el vino es una sustancia de mucho cuidado.
El problema es el siguiente: por supuesto que algunas copas de vino de vez en cuanto, o durante ciertos días de la semana relajan y mucho. Pero como se sabe, el vino causa hábito. En la mayoría de las personas bebedoras, este hábito dura mucho tiempo, es sin duda un hábito de vida. Y he aquí que el cuerpo humano cambia a través del tiempo. Más o menos a partir de los 24 años --sí, desde esa "temprana" edad el cuerpo comienza a envejecer, tristemente-- la forma en que la persona metaboliza el alcohol, va cambiando. Claro, entre mayor en edad sea la persona, el cambio es más pronunciado. Un bebedor no puede estar cierto y seguro en cómo le va a afectar el consumo reiterado de alcohol a su organismo a través del tiempo. Este en sí es un gran reto para la salud, ya que el hábito alcohólico es muy férreo, aun en personas que no pueden ser categorizadas como alcohólicas.
Quiero también compartirles amigos lectores, que en el Corán, la palabra que se usa para el vino es "Khamr" ( خمر), palabra que puede ser extensiva para los "intoxicantes" en general. Un creyente pudiera pensar que al prohibir el Corán el vino, otras sustancias intoxicantes están permitidas para el creyente. Pues no es así; aunque esto puede ser interpretado así, la mayoría de los comentadores de la santa escritura están de acuerdo que la palabra "Khamr" es extensible a cualquier otro intoxicante, es decir droga o sustancia vegetal que sea de tal naturaleza.
De las palabras del Corán no puede concluirse que el vino u otras sustancias intoxicantes sean "satánicos" o "creación del Diablo". El único Creador de todo cuanto existe es Dios. Sin embargo, Dios creó las sustancias llamadas intoxicantes con un fin. Para los seres humanos, ese fin más obvio es que se trata de drogas, o medicinas (droga y medicina es lo mismo) que tienen usos particulares. No en balde hay usos médicos muy claros para el alcohol, y cada día se descubren propiedades medicinales de sustancias como la mariguana.
Las medicinas deben ser tratadas con mucho respeto. Uno no debe andar metiendo a su estómago tal o cual pastilla o jarabe sólo porque, aparte de curar, tenga cierto efecto intoxicante en el cuerpo o la mente. Dios no nos hizo a los seres humanos para andar metiéndonos habitualmente ese tipo de sustancias.
Así que, con todo el dolor de mi corazón, he tenido que dejar el café. La realidad es que el café también es una medicina natural, un intoxicante, con efectos señalados sobre el cuerpo y la mente. Es claro que las personas muy aficionadas al café, con el tiempo, es casi seguro que desarrollen alguna molestia tal como gastritis, acidez, o que su cuerpo resienta el reiterado sobreestímulo por cafeína. Y es que el problema no es tomar una taza de café de vez en cuando, el problema es que el café es tan rico y su efecto tan energizante en ciertos momentos que el bebedor de café no se conformará con una tacita de vez en cuando. Salvo casos excepcionales, el bebedor de café se hará un hábito de su consumo, con efecto a largo plazo sobre su salud.
Y lo mismo vale para cualquier otra sustancia intoxicante. Hoy se habla mucho de la marihuana. Aproximadamente hace un año, me volví yo mismo un consumidor de la marihuana. En este caso, igual, se trata de una sustancia muy poderosa, benéfica sin duda en muchos sentidos. Pero, pues sí, es un intoxicante, una medicina de la naturaleza que, de nuevo, hay que tratar con respeto y que no está hecha para su consumo "recreativo". Y es que de nuevo, el problema no es fumarse muy moderadamente un cigarrito a la semana o al mes, el problema es que es una sustancia que crea hábito --aunque no síndrome de abstinencia clínico según se ha comprobado--, y que a la larga trae cambios en el metabolismo, impredecibles para cada persona que se ha vuelto consumidor.
Por esto, otra sustancia que ha quedado fuera de mi vida. Adiós intoxicantes.
En el próximo post hablaré sobre más experiencias en mi búsqueda espiritual.
Continúa en el siguiente post
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Nunca sentí que este hábito fuera un problema en mi vida si lo sabía controlar.
Pero como dije, estaba yo decidido, desde inicios de la Primavera pasada, a seguir los pasos de Jesús. ¿Sería adecuado tomar alcohol así fuera de forma moderada?
Pues he aquí que el Corán --donde, pudiera parecer paradójico, encontré una muy grata forma de seguir los pasos de Jesucristo-- establece claramente que NO SE DEBE probar el vino --léase alcohol--.
Hay pocas prohibiciones en el Corán a decir verdad, y ésta es una de ellas y muy clara. Un musulmán no debe beber vino, ni poquito. Bueno, pero... ¿Y todos los artículos, investigaciones científicas que señalan beneficios a la salud por el consumo moderado de vino o cerveza? Pues al respecto, la realidad es que el Corán se presenta a sí mismo, en una de sus primeras líneas, como "la escritura de Dios exenta de dudas". Es decir, que si uno ha abrazado la fe, no tiene por qué abrigar dudas ante lo que dice la Palabra de Dios. Punto, es así y ya. Así que no alcohol.
Pues he aquí que el Corán --donde, pudiera parecer paradójico, encontré una muy grata forma de seguir los pasos de Jesucristo-- establece claramente que NO SE DEBE probar el vino --léase alcohol--.
Hay pocas prohibiciones en el Corán a decir verdad, y ésta es una de ellas y muy clara. Un musulmán no debe beber vino, ni poquito. Bueno, pero... ¿Y todos los artículos, investigaciones científicas que señalan beneficios a la salud por el consumo moderado de vino o cerveza? Pues al respecto, la realidad es que el Corán se presenta a sí mismo, en una de sus primeras líneas, como "la escritura de Dios exenta de dudas". Es decir, que si uno ha abrazado la fe, no tiene por qué abrigar dudas ante lo que dice la Palabra de Dios. Punto, es así y ya. Así que no alcohol.
Confieso que después de abrazar el islam, el 17 de abril pasado --he dicho desde entonces que es el día más importante de mi vida después de mi nacimiento-- en el fondo, al principio, pensaba que yo sería un musulmán "light", es decir que por ejemplo, en el caso del vino, creía poder permitirme seguir tomando mi copita de vez en cuando con la comida, o disfrutarlo en situaciones sociales, eso sí, sin exceso como siempre lo había hecho.
Pero he aquí que Dios tenía otros planes para mí.
Una vez que terminó el Ramadán, a mediados de julio pasado, pues nada, que me sentí tan bien y me agradó tanto la experiencia que decidí celebrarlo. Como no me fue posible trasladarme a alguna comunidad cercana de creyentes en la fe, me dispuse a celebrar yo solo, para lo cual, una buena tarde, me hice acompañar por una botella de brandy Torres X, que tenía yo en mi casa. Y sí, me emborrache, pero al otro día, más allá de la resaca obvia, la verdad es que me sentí muy mal. Como nunca me había sentido tras probar alcohol, aún con cierto exceso. Sentí lo que debe ser muy cercano al delirium tremens, ese terrible sufrimiento que sienten los borrachos perdidos, los alcohólicos de toda la vida en los estertores de la abstinencia. ¿Acaso era sugestión?
De todos modos no iba a emborracharme otra vez en el futuro cercano. Sin embargo, pocas semanas después, en una comida familiar, se destapó una botella de vino. Me tomé dos copas de tinto, pero la realidad es que me volví a sentir muy mal. ¿Qué estaba pasando? Yo solía disfrutar bastante del vino y más con la comida.
Más aun, en la noche del 15 de septiembre pasado, de nuevo, mi familia destapó una botella de un muy buen tequila. Yo les dije que no podía tomar alcohol, por mi fe. En cierto momento de la tertulia, una persona muy querida me pasó un sorbo muy pequeño del elixir, y me invitó a probar el delicioso reposado, el cual probé para volver a sentir sensaciones nada agradables.
Bueno, y esa es la historia de como mi fe sacó de mi vida totalmente al alcohol. Fue algo extrañísimo. La verdad es que no me interesa averiguar cuál fue la razón exacta de mi rechazo corporal y mental al alcohol a partir del final del Ramadán. Lo único que puedo atinar a decir, pero sólo como una hipótesis, es que el alcohol es la droga por excelencia de las mentes y los cuerpos estresados. Si lo sabré yo, como lo saben millones de personas que se matan trabajando, para después relajarse con sus dosis de licor. Pero, gracias a mi fe, el estrés mental se ha reducido de tal forma, que el alcohol se ha vuelto incompatible con este modo de vivir. Por algo está prohibido en el Corán. No estoy pretendiendo decir una verdad científica, pero me basta con mi experiencia. De cualquier manera, acceder, aunque sea un poco, a la paz de Dios no tiene precio ni comparación con sentir el efecto del alcohol en mi cuerpo. Adiós vino, cerveza o el licor que sea, hasta nunca.
INTOXICANTES
La verdad de las cosas es que el alcohol es una droga, una medicina de la naturaleza --aunque para su existencia es necesaria la intervención humana--. Catalogado incluso como un veneno, el alcohol, como medicina, debería estar indicado sólo para ciertas situaciones relacionadas con la salud, incluso en su ingesta. Pero bueno, a los seres humanos, la verdad sea dicha, nos gusta usar sustancias para evadirnos de vez en cuando de la dura realidad.
El vino es toda una prueba para la voluntad humana. Los científicos saben que hay personas que llevan en sus genes, más que otras personas, la propensión a la adicción alcohólica --y a otras sustancias y situaciones---. Pero aún quienes no han llegado a ser alcohólicos, la verdad es que aún para ellos, el vino es una sustancia de mucho cuidado.
El problema es el siguiente: por supuesto que algunas copas de vino de vez en cuanto, o durante ciertos días de la semana relajan y mucho. Pero como se sabe, el vino causa hábito. En la mayoría de las personas bebedoras, este hábito dura mucho tiempo, es sin duda un hábito de vida. Y he aquí que el cuerpo humano cambia a través del tiempo. Más o menos a partir de los 24 años --sí, desde esa "temprana" edad el cuerpo comienza a envejecer, tristemente-- la forma en que la persona metaboliza el alcohol, va cambiando. Claro, entre mayor en edad sea la persona, el cambio es más pronunciado. Un bebedor no puede estar cierto y seguro en cómo le va a afectar el consumo reiterado de alcohol a su organismo a través del tiempo. Este en sí es un gran reto para la salud, ya que el hábito alcohólico es muy férreo, aun en personas que no pueden ser categorizadas como alcohólicas.
Quiero también compartirles amigos lectores, que en el Corán, la palabra que se usa para el vino es "Khamr" ( خمر), palabra que puede ser extensiva para los "intoxicantes" en general. Un creyente pudiera pensar que al prohibir el Corán el vino, otras sustancias intoxicantes están permitidas para el creyente. Pues no es así; aunque esto puede ser interpretado así, la mayoría de los comentadores de la santa escritura están de acuerdo que la palabra "Khamr" es extensible a cualquier otro intoxicante, es decir droga o sustancia vegetal que sea de tal naturaleza.
De las palabras del Corán no puede concluirse que el vino u otras sustancias intoxicantes sean "satánicos" o "creación del Diablo". El único Creador de todo cuanto existe es Dios. Sin embargo, Dios creó las sustancias llamadas intoxicantes con un fin. Para los seres humanos, ese fin más obvio es que se trata de drogas, o medicinas (droga y medicina es lo mismo) que tienen usos particulares. No en balde hay usos médicos muy claros para el alcohol, y cada día se descubren propiedades medicinales de sustancias como la mariguana.
Las medicinas deben ser tratadas con mucho respeto. Uno no debe andar metiendo a su estómago tal o cual pastilla o jarabe sólo porque, aparte de curar, tenga cierto efecto intoxicante en el cuerpo o la mente. Dios no nos hizo a los seres humanos para andar metiéndonos habitualmente ese tipo de sustancias.
Así que, con todo el dolor de mi corazón, he tenido que dejar el café. La realidad es que el café también es una medicina natural, un intoxicante, con efectos señalados sobre el cuerpo y la mente. Es claro que las personas muy aficionadas al café, con el tiempo, es casi seguro que desarrollen alguna molestia tal como gastritis, acidez, o que su cuerpo resienta el reiterado sobreestímulo por cafeína. Y es que el problema no es tomar una taza de café de vez en cuando, el problema es que el café es tan rico y su efecto tan energizante en ciertos momentos que el bebedor de café no se conformará con una tacita de vez en cuando. Salvo casos excepcionales, el bebedor de café se hará un hábito de su consumo, con efecto a largo plazo sobre su salud.
Y lo mismo vale para cualquier otra sustancia intoxicante. Hoy se habla mucho de la marihuana. Aproximadamente hace un año, me volví yo mismo un consumidor de la marihuana. En este caso, igual, se trata de una sustancia muy poderosa, benéfica sin duda en muchos sentidos. Pero, pues sí, es un intoxicante, una medicina de la naturaleza que, de nuevo, hay que tratar con respeto y que no está hecha para su consumo "recreativo". Y es que de nuevo, el problema no es fumarse muy moderadamente un cigarrito a la semana o al mes, el problema es que es una sustancia que crea hábito --aunque no síndrome de abstinencia clínico según se ha comprobado--, y que a la larga trae cambios en el metabolismo, impredecibles para cada persona que se ha vuelto consumidor.
Por esto, otra sustancia que ha quedado fuera de mi vida. Adiós intoxicantes.
En el próximo post hablaré sobre más experiencias en mi búsqueda espiritual.
Continúa en el siguiente post
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En el nombre de Dios, el clemente, el misericordioso - بِسْمِ اللهِ الرَّحْمٰنِ الرَّحِيْ
La paz de Dios sea contigo - السلام عليكم
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